Tras el fin de la eventual BAF Week (Buenos Aires Fashion Weekend), salió a la luz un escándalo del que fueron partícipes sus coordinadores y Florencia Torrente, hija de Araceli González. Según distintas fuentes, la joven modelo de apenas 20 años no fue contratada para participar en los glamorosos desfiles por tener “dos kilos de más” y no cumplir con los requisitos de altura permitidos.
El hecho, indignante de por sí, suscita la ya famosa relación que existe entre anorexia y moda. Son evidentes –y lamentables- dos realidades: primero, que la insalubre imagen ofrecida por modelos ayuda a incrementar los casos de desórdenes alimenticios a nivel mundial, además de poner en riesgo sus propias vidas. Segundo, que a pesar de las distintas medidas tomadas, muchos involucrado en éste ámbito parecen no darse por aludidos.
Un penoso ejemplo de las tantas “fashion victims”, es el caso de Ana Carolina Reston Macan, modelo brasileña y anoréxica, quien murió el pasado Noviembre del 2006 por complicaciones que su estricta dieta, a base de tomates y manzanas, causó. Tras ella siguió otra brasileña, Beatriz Cristina López Ferraz, profesora de inglés de 21 años de edad, por no mencionar el caso de la modelo Maiara Galvao, de apenas 14 años, entre otros.
El mundo de la moda no ayuda, en absoluto, y la pasarela de Cibeles lo demuestra. Chicas de 1,80 metros de estatura y 51 kilos, andaban altaneramente, más cercanas a un niño desnutrido del África que a Marilyn Monroe, con sus brazos como piolines y caderas uniformes. Antes las acusaciones y reclamos, Cuca Solana, directora de dicha pasarela, aseguró que las 82 modelos que participaron en éste certamen usaban tallas 38 ó 40. Algunos diseñadores señalaros que eran mujeres “sanas y con curvas”, mientras que uno en particular, Elio Benhayer, declaró que si algunos modelos eran anoréxicas, “no era culpa de ellos”.
Si bien la extrema delgadez puede deberse a una cuestión genética, como muchos afirman, los estereotipos que equiparan la esbeltez de las modelos con el éxito y la belleza conforman un mensaje negativo para la sociedad contemporánea.
En Alemania, por ejemplo, según un reporte de la Asociación Médica de

Baja Sajonia, alrededor de una 300.000 personas entre 15 y 24 sufren de trastornos alimenticios. A nivel mundial, el 8% de los casos de anorexia tiene un desenlace fatal. “La tasa aumenta entre un 18% y 20% en el mundo de las pasarelas”, afirmó la especialista en casos de anorexia Lucrecia Ramírez.
Se han tomado medidas, desde la prohibición hasta los controles, sin embargo el problema parece radicar en los valores que una sociedad permite que se le impongan.
En conclusión, el caso de Florencia Torrente no es el único. Como el suyo, existen millones de actos plagados de discriminación que tienen lugar en el accionar cotidiano. Muchas modelos dependen de su figura para conseguir empleo, y esto les incita a cometer el lento suicidio que implican dichas enfermedades. “Ana”, anorexia; “Mia”, bulimia. Las denominaciones son diversas, la destrucción sólo una. El laberinto es el mismo. La salida, igual de utópica. No nos dejemos engañar por anuncios y estereotipos vacíos disimulados en felicidad. Detrás de un bello cuerpo, puede esconderse un alma llena de dolor.